martes, 2 de febrero de 2010

Motas de polvo danzarinas

Las cortinas estaban medio cerradas pero quedaba un hueco por el que la luz se colaba. Un cálido rayo de sol decidió que era el momento de iluminar la penumbra de la habitación y fue poco a poco marcando las paredes, el suelo y cada objeto de aquella estancia haciéndose presente. Dibujando trazos de luz por la habitación, un naranja perezoso y un amarillo energético. Las motas de polvo a contraluz como pequeñas danzarinas en el aire emprendieron un vuelo sin rumbo. Las ventanas cerradas a cal y canto así como la puerta hacían la estancia más pequeña de lo que ya era.

Se despertó, pero no porque oyese un ruido o porque la luz que reinaba en su habitación lo molestase sino porque simplemente ya había dormido lo suficiente, saltó la alarma de su reloj interno, y en un movimiento brusco se incorporó. Primero se sentó en la cama y arqueó su espalda. No tenía ganas de poner los pies en el suelo como si aquello significase su llegada al mundo real y su partida de los sueños. Un suspiro tras un bostezo. Un movimiento de cuello tras rascarse los ojos.

Deseó que el desayuno estuviese preparado. La fruta cortada, el café caliente, las tostada con la mantequilla fundida y el periódico abierto en la página de noticias internacionales. Nada. La cocina estaba vacía y el desayuno sin poner. No olor a café ni a pan tostado. No periódicos sobre la mesa ni fruta en el plato. Nada. Pero daba igual, porque no tenía hambre.

Entonces sentado en aquella cocina desierta se dio cuenta de que estaba solo. Solo, sin nadie. Echaba de menos la compañía, las riñas sobre quién va comprar el pan y el diario, la pereza compartida de las mañanas, las quejas sobre el cansancio, el mal humor, la legañas en los ojos, en fin, la compañía. Cuando se tiene compañía se añora los ratos de soledad y en la soledad se añora la compañía. La soledad está subestimada como dijo Tom cuando Summer le deja en “500 días juntos”. “Je ne suis jamais seul, avec ma solitude” como Jacques Brel declara en la canción. Pobre soledad que nadie la quiere.

Sin desayuno, sin hambre, sin ganas, sin energía, sin compañía pero con soledad comenzaba para él un nuevo día.

3 comentarios:

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  2. Pues la soledad es parte de la experiencia inacabada para cada persona, ni más ni menos e igual de importante que compartir.
    Es más importante querer y saber querer que estar con alguien e intentar maquetar una utopía de la felicidad.

    Me alegro de haberte podido querer durante el tiempo que hemos tenido.

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  3. Me encantan tus reflexiones pero, lo siento juanja, me vas a tener que aguantar un poco más =)

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