Ella espera hasta el último momento para respirar. Aguanta hasta que le tira el pecho. Cierra los ojos tan fuerte que le duelen los párpados. No los quiere abrir, no quiere respirar porque sabe que en el mismo instante en que vuelva a vivir, morirá de pena. Los labios se vuelven pastosos y negligentes. Los ojos traidores del corazón arrojan la pena en lágrimas. Su piel como cuero se desgarra por las muecas de dolor. Respira. Llora. Vive. Avanza.
Miradas de Lola Sanabria
ResponderEliminarÉl sabía que ella lo observaba mientras enrollaba un mechón de pelo en su dedo corazón. Avanzó unos pasos. La miró, luego miró abajo y se levantaron burbujas calientes en el cuadrilátero azul. Se acercó al borde de la tabla. Sacó los dedos de los pies al vacío. Saltó hacia arriba y se lanzó de cabeza. De reojo, la vio besando al socorrista. Un instante antes del impacto, miró al agua. La superficie se volvió lisa y gris: un témpano de hielo.
"Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír"
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