Las gilipolleces más serias se dicen en los momentos más inesperados. Son como duendecillos saltarines, de la boca al aire, del aire a los oídos. Y sus consecuencias varían desde muecas de sorpresa hasta gestos de desprecio. Entonces, el origen del duendecillo maligno, la boca, se cierra de repente y aprieta labio contra labio, pero la gilipollez ya está dicha.
Maldito presente que ya es pasado. Maldito pasado que se queda en la memoria. Y ya de paso maldita memoria que no recuerda (a tiempo) la última vez que metiste la pata y no te avisa que lo vas a volver a hacer. .
Lo dicho culpen a la boca, al duendecillo o a la memoria.
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ResponderEliminarsabes que me encanta esta entrada, esparrago, verdad?? =)
ResponderEliminarUna genialidad
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