Todos somos como un huevo kinder. Cada uno tenemos un envoltorio aparentemente igual. El envoltorio es en lo primero que nos fijamos pero no nos damos cuenta que es simplemente un fina capa que recubre lo más importante. El envoltorio es artificial y asimismo llamativo.
En cuanto quitas esa capa viene lo bueno, lo que nos comemos, el chocolate. Lo dulce es lo que nos gusta de la persona, es algo que se descubre con cierta facilidad. Por un lado está el chocolate con leche suave, es la parte externa, la que primero vemos. Por otro lado, en la parte interior, está el chocolate blanco más dulce incluso que el chocolate con leche. Pero no debemos fijarnos en lo dulce de esta parte del huevo sino en cómo nos sabe en diferentes circunstancias. No es lo mismo comer chocolate cuando estás depresivo y quieres olvidar que zamparte una tableta con los amigos para celebrar algo. El chocolate no sabe siempre igual. Las personas no saben siempre igual. No es lo mismo conocer a alguien en la cola del supermercado que en la cola de una fiesta. El chocolate del huevo kinder son todas aquellas cosas que nos gustan de esa persona, pero no aspectos profundos sino superficiales. Me encanta su estilo, adoro su forma de llevar el pelo, me vuelve loc@ su colonia (...) Eso es el chocolate, las cosas de las personas que todo el mundo ve, que todo el mundo conoce, que todo el mundo sabe.
Pero la parte más importante del huevo kinder, la parte más importante de las personas es: la sorpresa. Un huevo kinder no sería tan especial sino tuviese sorpresa dentro. Nos comemos rápidamente el chocolate para saber qué nos ha tocado. Arrancamos el envoltorio, todos son iguales, devoramos el chocolate pero dejamos que se derrita en la boca, lo saboreamos y entonces llegamos a la parte que nos interesa: la sorpresa.
En un recipiente tan pequeño no puede haber algo muy impresionante pero da igual es el misterio que envuelve la escena, es el no saber que nos ha tocado hasta que abrimos el huevo amarillo y descubrimos que es una figurita. No es nada del otro mundo pero da igual porque nos hace ilusión tenerla. La sorpresa de las personas es un conjunto de detalles que marcan el día a día pero tienes que fijarte bien para reconocerlos. Ya no me refiero a su ropa o a su carácter sino a esos pequeños gestos únicos en las personas que solo los vemos cuando hay mucha confianza o cuando hay muchas experiencias compartidas. Incluso los secretos son la sorpresa de las personas.
Cuando te enamoras de alguien descubres su sorpresa y dejas que la otra persona conozca la tuya. Le quieres pero no por su colonia o su estilo, incluso tampoco sabrías decir si es su carácter o su humor. Es su sorpresa. Es esa forma de jugar con los dedos cuando está nervioso; es ese gesto que hace con la boca justo antes de sonreír; es esa forma de cogerte la mano o de besarte el cuello; es ese secreto que tú solo conoces o esa manía que tiene por las mañanas; es esa forma de decirte te quiero al odio o esos dedos dibujando sin sentido en tu espalda; es esa confesión de aquel error de niño o esa forma de abrazar en medio de la calle; es esa manera de hacerte reír; es esa forma de afrontar los problemas; es ese movimiento que hace cuando está concentrado o ese capricho de comprar pasteles los martes.
Son todas esos detalles los que enamoran pero nunca los sabremos decir con exactitud y ahí está la maravilla solo la conoce aquella persona que pasó por el envoltorio, se comió pacientemente el chocolate hasta que llegó a la sorpresa.
En cuanto quitas esa capa viene lo bueno, lo que nos comemos, el chocolate. Lo dulce es lo que nos gusta de la persona, es algo que se descubre con cierta facilidad. Por un lado está el chocolate con leche suave, es la parte externa, la que primero vemos. Por otro lado, en la parte interior, está el chocolate blanco más dulce incluso que el chocolate con leche. Pero no debemos fijarnos en lo dulce de esta parte del huevo sino en cómo nos sabe en diferentes circunstancias. No es lo mismo comer chocolate cuando estás depresivo y quieres olvidar que zamparte una tableta con los amigos para celebrar algo. El chocolate no sabe siempre igual. Las personas no saben siempre igual. No es lo mismo conocer a alguien en la cola del supermercado que en la cola de una fiesta. El chocolate del huevo kinder son todas aquellas cosas que nos gustan de esa persona, pero no aspectos profundos sino superficiales. Me encanta su estilo, adoro su forma de llevar el pelo, me vuelve loc@ su colonia (...) Eso es el chocolate, las cosas de las personas que todo el mundo ve, que todo el mundo conoce, que todo el mundo sabe.
Pero la parte más importante del huevo kinder, la parte más importante de las personas es: la sorpresa. Un huevo kinder no sería tan especial sino tuviese sorpresa dentro. Nos comemos rápidamente el chocolate para saber qué nos ha tocado. Arrancamos el envoltorio, todos son iguales, devoramos el chocolate pero dejamos que se derrita en la boca, lo saboreamos y entonces llegamos a la parte que nos interesa: la sorpresa.
En un recipiente tan pequeño no puede haber algo muy impresionante pero da igual es el misterio que envuelve la escena, es el no saber que nos ha tocado hasta que abrimos el huevo amarillo y descubrimos que es una figurita. No es nada del otro mundo pero da igual porque nos hace ilusión tenerla. La sorpresa de las personas es un conjunto de detalles que marcan el día a día pero tienes que fijarte bien para reconocerlos. Ya no me refiero a su ropa o a su carácter sino a esos pequeños gestos únicos en las personas que solo los vemos cuando hay mucha confianza o cuando hay muchas experiencias compartidas. Incluso los secretos son la sorpresa de las personas.
Cuando te enamoras de alguien descubres su sorpresa y dejas que la otra persona conozca la tuya. Le quieres pero no por su colonia o su estilo, incluso tampoco sabrías decir si es su carácter o su humor. Es su sorpresa. Es esa forma de jugar con los dedos cuando está nervioso; es ese gesto que hace con la boca justo antes de sonreír; es esa forma de cogerte la mano o de besarte el cuello; es ese secreto que tú solo conoces o esa manía que tiene por las mañanas; es esa forma de decirte te quiero al odio o esos dedos dibujando sin sentido en tu espalda; es esa confesión de aquel error de niño o esa forma de abrazar en medio de la calle; es esa manera de hacerte reír; es esa forma de afrontar los problemas; es ese movimiento que hace cuando está concentrado o ese capricho de comprar pasteles los martes.
Son todas esos detalles los que enamoran pero nunca los sabremos decir con exactitud y ahí está la maravilla solo la conoce aquella persona que pasó por el envoltorio, se comió pacientemente el chocolate hasta que llegó a la sorpresa.
Me ha gustado mucho tu teoría Carlota jeje. Tienes que patentarla o algo.
ResponderEliminarYo quiero que la sigas desarrollando, me interesa saber lo del envoltorio arrugado y todo eso que me comentaste...¡quiero una auténtica biopsia del huevo kinder!
ResponderEliminar"...se comió pacientemente el chocolate hasta que llegó a la sorpresa."
ResponderEliminarMe ha encantado tu teoría, Carlota. Algo había oído sobre este blog y, definitivamente, era cierto.
Os sigo!
A veces las sorpresas pueden ser desagradables...
ResponderEliminarEstá bien. Podrías seguir desarrollando esta teoría: a veces el chocolate está malo, o el huevo está roto, o viene sin sorpresa... Se pueden sacar muchas cosas.