martes, 30 de noviembre de 2010

Crisis


A veces soy solo en los reflejos pero me alejo y sigo aquí. Solo me veo en los espejos, miro esta máscara que tengo por cara, un rostro que transmite parte de mi interior, parte. Y aunque el resto esté dentro, en ocasiones hasta yo misma lo desconozco.


No existe el siempre ni el nunca y ese término medio que me inunda carece de virtud y no me satisface. No te conoces nada ni te conoces del todo. Triste que no pueda mirar mi cara sin un reflejo, fotografía o dibujo. Triste que esta piel sea lo primero que miren y conozcan, que yo también mire y aparentemente conozca. Es el pellejo de estos gestos y muecas, son los ojos y los labios los que conversan con el mundo.


Yo no soy piel, músculos, sangre, vísceras y huesos. Yo soy algo desconocido para el mundo, para mi mundo, para mí.


No podré saber si lo que creo que es verdad, verdad en sí misma, es verdad absoluta. No podré saber si lo que yo creo que es lo correcto, es en sí bondad absoluta.

Y no podré hasta que no me conozca de verdad.

Vuelta a la rutina

Me envuelve la rutina otra vez o visto de otro modo los recuerdos del año pasado. Hojas que parecen cereales con ese ruido crujiente y baldosas que escupen agua cuando paso con mi bici. De vuelta a las ruedas pinchadas y a las prisas para coger el bus. Vuelta a la riñas de mi madre porque no llevo zapatos buenos para la lluvia. A las manos congeladas, al pelo mojado y a las gafas empañadas con gotitas de agua en los cristales. Vuelta a los días deprimentes afrontados con sonrisas que desaparecen en cuanto te das cuentas que los exámenes de avecinan. Al estrés, a los nervios, al ansia. Otra vez me convertiré en una rata de biblioteca, prisionera de libros o estudiante de clausura. ¡Cómo me gusta el otoño!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Zombis



Si lo reconozco, tengo miedo a los zombis. Tengo horror a esos cuerpos muertos andantes. No hablan solo emiten sonidos bastante aterradores. Para mí hay varios tipos de zombis en este mundo. En una división general están los que existen de verdad y los que solo salen en las películas.
Casi todo el mundo ha pertenecido alguna vez al primer grupo, los que viven en este mundo terrenal. Tienen las características básicas: una cara demacrada y casi en estado de descomposición; ojeras bien pronunciadas; aroma a putrefacción y emisión de sonidos incomprensibles para los vivos. Más que con el nombre de zombis son conocidos como: los resacosos. Y dan miedo. Estos no comen carne humana pero vomitan varias veces, se tumban en el suelo y mienten: “Nunca más, lo juro”. Menos mal que ese estado es pasajero.
El segundo grupo, los que solo salen en las películas son todavía peores. Básicamente en el aspecto físico no cambia demasiado excepto si han sido mordidos por otros zombis les faltará alguna parte del cuerpo o un trozo de piel. En general no suelen ser muy buenos amigos y no te dan conversaciones enriquecedoras. Huelen muy mal y tienen líquidos extraños mezclados con sangre cayéndose como babas de la boca. No se lavan los dientes y tienen las uñas largas. Y lo reconozco, a mi me dan miedo.
El origen de mi fobia se remonta al año 2007. Yo feliz iba otra ve al cine a ver un película de miedo. Era de zombis. Soy leyenda con Will Smith de protagonista acompañado de un adorable pastor alemán que le acompaña en su aventura. Irónicamente los zombis que aparecen en esa película no dan tanto miedo porque no les falta ninguna parte del cuerpo (creo recordar). Pero matan al perro, bueno lo hieren y no cuento más por si alguien quiere verla. A partir de ahí les tengo pánico y es gracioso porque me encantan los orcos y su maquillaje. Yo creo sinceramente que es debido a que los zombis antes eran personas como yo y los orcos no. Los zombis contagian y te comen, los orco solo te matan(aunque según María También te comen). Y los zombis son más populares en el mundo cinematográfico.
Lo admito me asustan y me dan escalofríos pero he encontrado una solución. Veo todas y cada una de la películas y series que tengan zombis. Y creo que está funcionando porque ya no me dan tanto asco y hasta me compadezco de su causa. Es un paso, al menos es algo.